Framtidsjorden – Red tierra del Futuro América Latina https://www.tdfamericalatina.com Red Tierra del Futuro América Latina Wed, 16 Feb 2022 22:30:03 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.0.8 Atlas de los transgénicos y pueblos que no se rinden https://www.tdfamericalatina.com/atlas-de-los-transgenicos-y-pueblos-que-no-se-rinden/ Mon, 24 Aug 2020 11:07:48 +0000 https://www.tdfamericalatina.com/?p=2286 Uno de los primeros gobiernos que permitieron plantar transgénicos en el mundo fue Argentina, casi al mismo tiempo que Estados Unidos. Decir que lo permitió el gobierno es una formalidad, en realidad las trasnacionales se los vendieron a los productores locales, que comenzaron a plantarlos en 1996, como si fuera una semilla más, a la que se le podía echar mucho más veneno sin que se muriera el propio cultivo, pero sí todo lo demás que estuviera vivo alrededor. No había entonces ni siquiera una farsa de evaluación de riesgos o de bioseguridad, esta la montaron años después, integrando a las empresas y grandes propietarios rurales -o a sus representantes- en la comisión que los evalúa, siendo por tanto juez y parte.

Veinticuatro años después de estas primeras siembras, el puñado de empresas que controla este negocio afirma que hay 191 millones de hectáreas sembradas con cultivos transgénicos a nivel global.  Pero pese a que han pasado más dos décadas, el 99 por ciento de los cultivos transgénicos siguen confinados en solamente 11 países.  Cinco países del Cono Sur de América Latina están entre esos: Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia.

Por ello, el Atlas del agronegocio transgénico en el Cono Sur que se lanzó al público esta semana no es un documento solamente regional, es un testimonio imprescindible para entender qué significan la industria y los cultivos transgénicos en todo el mundo. Cómo afectan a la vida campesina, a niñas, mujeres, hombres y ancianos, a las y los trabajadores, a las comunidades urbanas y rurales, al suelo, el agua, la biodiversidad, a las economías, a la política. Cómo esta poderosa industria puede tumbar gobiernos, comprar jueces y policías, deshacer paisajes y rehacer a su gusto sectores enteros de las economías nacionales.  

La riqueza de información y detalles del Atlas, el profundo conocimiento de la situación en cada país, es resultado de un esfuerzo colectivo de largo aliento entre muchas organizaciones de la región, convocadas para ello por Carlos Vicente, Lucía Vicente y Carolina Acevedo, de Acción por la Biodiversidad. Además de los trabajos escritos por muchas y muchos autores,  también organizaron talleres donde pusieron en común historias, visiones, testimonios, a partir de los cuales Darío Aranda tejió una síntesis clara y contundente.

En ese marco, el equipo de Iconoclasistas diseñó y dinamizó un trabajo colectivo de mapeo con organizaciones y académicos de la región, apoyados por BASE-IS de Paraguay y Acción por la Biodiversidad en Argentina, que resultó en un Mapa de la república tóxica de la soja, que ubica visualmente impactos y resistencias, en diálogo con el Atlas.

La implantación de los transgénicos comenzó en el Cono Sur en forma silenciosa, y en todos los países de esa región se impuso de contrabando: fue la vía de Monsanto y similares para burlar la regulación potencial, creando situaciones de hecho; negociando, presionando y/o pagando a gobiernos de turno para que desoyeran o reprimieran las alertas y resistencia que desde el comienzo brotaron en varios lugares.  Por ejemplo, los movimientos campesinos, como el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y otros, llevaron una resistencia ejemplar desde el inicio y lograron que no hubiera transgénicos en Brasil por varios años, hasta que el gobierno, luego de negociar con las empresas, declaró que ya se habían sembrado en tantos lugares que era mejor regularlos y por tanto abrió las vías de legalización.

Aunque la siembra de transgénicos en el Cono Sur siguió el modelo de agricultura industrial a gran escala que ya existía, el hecho de hacer la semilla transgénica tolerante a los venenos agrícolas, significó un aumento exponencial y sin precedentes del uso de agrotóxicos, de la contaminación de aguas, destrucción de suelos y biodiversidad y aumentó la deforestación permitiendo catastróficas inundaciones.

Todo ello constituyó una verdadera “reforma agraria” invertida: el Atlas da cuenta de cómo en cada uno de los países disminuyó el número de establecimientos rurales con producciones diversas, en algunos casos hasta 40 por ciento del total, para dar paso a mega plantaciones uniformes, principalmente de soja y maíz transgénico, en manos de latifundistas o grandes empresas gestoras.

Un “avance” que no se hizo pacíficamente: país por país nos relatan de primera mano, como la siembra transgénica desplazó comunidades rurales, campesinas, indígenas, como caminó de la mano de la represión oficial o de matones privados, incluso asesinando a quienes resistieron.

El documento también nos muestra los impactos devastadores en la salud que conllevan los transgénicos.  Desde los pueblos, escuelas y comunidades rurales o periurbanas víctimas de la fumigación área con glifosato, y ahora con venenos aún más tóxicos, hasta el aumento pavoroso de residuos de agrotóxicos en agua y alimentos. Como el glifosato mató niños por tener que caminar a la escuela al lado de las plantaciones, como Silvino Talavera en Paraguay. Y cómo los agronegocios pese a ello, fueron logrando más normativas y leyes a su favor, para legalizar el envenenamiento masivo, que es su fuente de ganancias.

Pero el Atlas también da cuenta de las muchas resistencias a lo largo de todos los países. Como la Vía Campesina en toda la región organizó denuncias, protestas, ocupaciones, juicios. Como muchas organizaciones locales, ambientalistas, de vecinas y vecinos, maestras, médicos, abogadas se organizaron contra las fumigaciones áreas y lograron detenerlas en decenas de pueblos.  Por todos los territorios se multiplicaron las resistencias y las formas de organización para defenderse. También presentaron y lograron la aprobación de normativas legales que permitieron algún respiro. Y no sólo fue resistir, también crear, construir, encontrarse. Pese a esta larga historia de atropellos, los pueblos y organizaciones fortalecieron alternativas y propuestas, diagnósticos autogestivos, producción campesina y agroecológica, siembra de alimentos sanos, tejidos colectivos.  Un cuarto de siglo de historia narrado desde las y los de abajo, que nos enseña y convoca.

Investigadora del Grupo ETC

www.etcgroup.org

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Coronavirus y Cambio Climático: La sensibilización por los hechos https://www.tdfamericalatina.com/coronavirus-y-cambio-climatico-la-sensibilizacion-por-los-hechos/ Wed, 05 Aug 2020 00:01:20 +0000 https://www.tdfamericalatina.com/?p=2271 El Premio Nobel de Economía y ex economista jefe del Banco Mundial, Paul Romer, hizo una afirmación que para un ecologista resulta evidente: “Sólo controlando el virus se puede conseguir la recuperación económica”. La paradoja de la actual crisis viral se da en que las principales decisiones están  en manos de economistas e ingenieros comerciales, todos ellos profesionales provenientes de las ciencias sociales que se pronuncian sobre una pandemia cuya experticia se encuentra en las ciencias naturales.

En los hechos y hasta ahora, la mayoría de las decisiones económicas han quedado supeditadas a lo que acontece con el virus lo que genera mayor incertidumbre. Como dice, con realismo, Romer “Este virus va a estar circulando entre los seres humanos para siempre” y la única alternativa es  tratar de controlarlo y gestionarlo.

Ante un problema concreto como es la pandemia comienza a producirse una nueva división que a mediano plazo puede reemplazar el tradicional eje de izquierda y derecha que aún predomina en el mundo. Las visiones antropocéntricas, que son dominantes en la era industrial y que le entregan a los seres humanos una primacía sobre las demás especies, se enfrentan  con las visiones ecocéntricas que ubican a los seres humanos dentro de la naturaleza y que afirman que, para continuar viviendo, debemos respetar los límites que nos impone el planeta.

La pandemia de coronavirus según los antropocéntricos es producto de un desafortunado hecho aislado. Desde este punto de vista, no debería volver a ocurrir si se aprenden las lecciones. Esto sería así porque se habrían  entregado más recursos a los científicos, más aparatos a la salud pública y establecido mejores medidas de alarma. Todo ello sumado a que la pandemia debería superarse rápidamente si se encuentra una vacuna eficaz y segura.

Para los que sostienen una visión ecocéntrica, la mejor vacuna está en la conservación de la naturaleza. Si llegamos a esta situación es porque hemos transgredido los límites ambientales que sustentan la vida en el planeta y la naturaleza no ha encontrado otra mejor opción que buscar un nuevo equilibrio ecológico y climático.

Como dice el académico español, Luis González Reyes, ya pasó el momento de persuadir sobre la necesidad de respetar los límites de la naturaleza porque estamos ahora pagando esa transgresión. Para él ya no hay tiempo para enmendar con medidas tibias sino que es necesario cambiar el rumbo: la sensibilización se hará a través de los hechos.

Como ejemplifica este mismo autor, el freno de las actividades humanas que produjo la pandemia en cuanto a la eliminación de CO2 y detención del deterioro de la vida natural, es de una magnitud comparable al esfuerzo que habría que realizar anualmente en los próximos 10 años si se desea tener chances de controlar o de adaptarse profundamente – y sólo a mediano plazo- al cambio climático.

Hemos tenido (y vamos a tener) varios meses más para darnos cuenta de que el tiempo para hacer reformas graduales en nuestro modo de vida se terminó. El  dilema que encuentra nuestra civilización es brutal: o cambiamos y nos adaptamos profundamente o la naturaleza hará el ajuste sobre nuestra especie.

La vida sobre el planeta ha presenciado cinco grandes extinciones de especies ya sea por causas naturales o cósmicas. Los científicos han anunciado que ya entramos en la sexta extinción de especies y un millón de estas, un quinto del total, posiblemente van a desaparecer. A diferencia de las otras extinciones, esta será provocada por nosotros mismos y aún tenemos una pequeña posibilidad de no vernos incluidos en la fatídica lista.

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