Pandemia, cuarentena y tanatopolítica

Dimensiones socio-políticas de un evento inesperadamente previsible

Carmen Dangiolillo 1

Eco-Comunidad 

Montevideo-Uruguay

     Múltiples voces han expresado sentires, pensares y opiniones sobre esta circunstancia de carácter global, la llamada pandemia por Covid 19. Entre los infinitos materiales que diariamente recibimos, y pletóricos de buenas intenciones, cada uno de nosotros realiza una selección que por lo dinámico de las circunstancias podríamos calificar de intuitiva. Personalmente el tema me resulta de tal complejidad que para poder reflexionar y compartir lo que sigue se me impone enunciar que:  toda abordaje del tema por concienzudo que pretenda ser culminará siempre configurándose como recorte.

Dicho esto y dejando prácticamente de lado todos los aspectos sanitarios del tema, me centraré en esa dimensión que denomino como socio-politica, analizando desde este juego entre lo inesperado y lo previsible los efectos que tanto  la pandemia como los mecanismos elegidos para su combate  han generado sobre la población-poblaciones.

     Revisando algunos materiales me encuentro con una pregunta que fue planteada en 2015 por el filósofo español Raúl Fernandez Vitores, durante una entrevista que se le realizara en radio Sefarad luego de la publicación de su libro Tanatopolítica. Opúsculos sobre los dispositivos humanos posmodernos. Fernandez Vitores ha investigado  entre otros temas el fenómeno del holocausto y los campos de exterminio, (la entrevista está disponible en la red para quienes deseen acceder a ella).

La pregunta era la siguiente: “Qué vamos a hacer con toda esa gran masa de fuerza de trabajo innecesaria para la producción?” Esta pregunta estaba enmarcada en el análisis  del capitalismo global integrado a través del fenómeno del trabajo como articulador de los dispositivos humanos.

El análisis de Vitores culminaba con una invitación ética a mantener viva la memoria del holocausto, y amplío a otras expresiones de exterminio, como forma de crear alerta ante la amenaza  de una solución final.

Mi intención al compartir este hallazgo es mostrar que a pesar de la pretendida sorpresa con la que nos ha tocado vivir el fenómeno COVID 19, algo de todo esto ya era previsible.  

En este punto y antes de continuar, resulta imprescindible describir algunos de los aspectos teóricos que conforman el concepto de tanatopolítica. Al término suele  asociársele o contraponérsele otro concepto, el de la biopolítica, desarrollada por el filósofo francés Michel Foucault (1978). Este autor denominó así a una serie de estrategias de saber sobre el poder, que se han desarrollado en las sociedades occidentales a partir del siglo XVII sobre todo aquello que puede considerarse como lo viviente. Durante un seminario impartido en el Collège de France  entre los años 1978 y 1979 Foucault gesta la idea que es mediante la biopolítica que se despliega un estilo del gobernar como arte, siendo la biopolítica la “manera meditada de hacer el mejor gobierno y, también al mismo tiempo, la reflexión sobre la mejor manera  posible de gobernar”.

La tanatopolítica por otra parte es trabajada como concepto por los filósofos italianos contemporáneos, Giorgio Agamben y Roberto Espósito. En términos generales la tanatopolítica es el conjunto de los dispositivos consentidos por un Estado como mecanismo destructor de vida humana aplicada sobre aquellos que están comprendidos dentro de su jurisdicción. Algunos de ellos son fáciles de detectar por el carácter extremo en el que se presentan, la pena de muerte por ejemplo. Pero también lo son  las políticas de regulación del encierro o las leyes que permiten o rechazan el aborto y la eutanasia. 

Pero como tal especificidad puede ser relacionada con el estado actual de cosas?

El mismo Giorgio Agamben reflexionando sobre la pandemia de coronavirus, en un articulo fechado el 22 de marzo del presente año, y que forma parte de la publicación colectiva ampliamente difundida Sopa de Wuhan, sostuvo que en este supuesto estado de excepcionalidad configurada como pandemia, los Estados aplican dispositivos de control de la población que hubieran sido impensables con anterioridad. La reclusión de las personas en su hogares, los toques de queda, el desmantelamiento de los servicios de salud, el cierre de las escuelas y un largo etcétera, que lejos de ser resistido es presentado y aceptado como medida de seguridad y cuidado. El miedo al contagio es lo que obstaculiza el rechazo a  medidas que muchas veces pueden considerarse como excesivas o inclusive irracionales y en términos epidemiológicos totalmente inertes o sin sentido. Para ilustrar lo anterior tomemos como ejemplo el discurso del Presidente de Filipinas Rodrigo Duterte quien en abril incitó a la fuerza pública a descargar fuego sobre aquellos infractores que no cumpliesen con la cuarentena. 

Para continuar me gustaria referirme a algunos aspectos de lo que ha venido aconteciendo en Uruguay en referencia a la pandemia, por tratarse de eventos que conozco mejor y he vivido de más cerca. En términos numéricos Uruguay ha sido un caso aislado en la región, la actual población uruguaya es de aproximadamente tres millones y medio de personas (3.449.299), mientras escribo este artículo el total de contagiados desde que se presentó el primer caso el 13/03 es de 1174, según cifras oficiales. Se encuentran activos 193, cuatro de ellos en cuidados intensivos, los fallecidos han sido 34, de ellos tan solo tres tenían menos de sesenta años, cinco menos de sesenta y cinco, el resto 66 años o más. En este periodo han tenido lugar seis brotes epidémicos, totalmente ubicables no habiéndose desarrollado hasta el momento la llamada propagación comunitaria del virus por lo que pudiera deducirse además que tampoco haya tenido lugar la inmunidad rebaño, aunque según los expertos es bastante improbable detectar este tipo de inmunidad en medio de la pandemia. 

Los brotes señalan lugares de riesgo para el contagio pero también ayudan en el analisis del funcionamiento de los mecanismos de control y aun de condena social, ya que el primer efecto del miedo actúa como proliferación de la conducta policíaca entre ciudadanos comunes.

El primer brote se dio en un casamiento al que fueron invitadas 500 personas, entre ellas la diseñadora de moda Carmela H. quien fue detenida en el aeropuerto de Madrid, en un frustrado intento de llegar a Milán, de vuelta en Uruguay no cumplió con la cuarentena y se hizo presente en la boda. Se cree que el total de contagiados fue aproximadamente de 90 personas. Se hicieron virales en esa oportunidad varios mensajes que daban cuenta del repudio social a quien se consideró como responsable del ingreso del virus al país. La primera particularidad en Uruguay fue el ingreso y propagación del virus entre el estrato de población que se considera más acomodada, con el consiguiente repudio de las clases populares quienes llegaron inclusive a crear una cumbia, Carmela. En un tramo de la canción se dice: “Etamo todo en cuarentena por Carmela, y Carmela nos quiere contagiar”. Hubiera sido acaso posible que en Uruguay el virus no ingresara? Este primer gesto de total irracionalidad pone en evidencia los mecanismos que habria que tratar de evitar, el repudio y señalamiento de los supuestos responsables, cuando el comportamiento del virus resulta ser bastante aleatorio. El segundo brote, fue en el Hospital Vilardebó, institución publica para pacientes denominados como mentales, los casos confirmados fueron 22 entre pacientes y funcionarios, rápidamente las autoridades intervinieron el centro, y esa población que ya suele ser considerada como al margen tuvo nuevos motivos para ser estigmatizada.

El tercer foco fue en los residenciales para adultos, en nueve de ellos, constatándose un total de 59 casos, fallecieron cuatro ancianos. Se establecieron rígidos controles para todos estos centros por ser esta población la de mayor riesgo. Entre las medidas adoptadas se prohibieron las visitas de familiares, condenando a los viejos allí internados a mayor soledad y aislamiento. 

Los siguientes focos se dieron en dos ciudades fronterizas, Rivera y Treinta y Tres. Ambas  limítrofes con Brasil, país que posee el segundo lugar en cantidad de contagios luego de EE.UU. La consecuencia inmediata fue mayor dureza en los controles de frontera con la inminente perdida de  movilidad y circulación entre las ciudades de Rivera- Santana do Livramento. El foco en Treinta y Tres se hizo presente en centros de salud y suspendió además la posibilidad de retomar las clases en ese departamento.

El sexto brote actualmente en curso se registra en el sistema mutual de salud, previéndose serias sanciones para los centros que no cumplan con los protocolos establecidos. 

Las medidas preventivas para el caso de Uruguay generan efectos perjudiciales a los pacientes crónicos que han visto resentidas la posibilidad de ser atendidos para dar seguimiento a sus afecciones. Todo en nombre de detener la saturación de un sistema sanitario que está muy lejos de estarlo. Como medir el costo pérdida-beneficio cuando las medidas exceden claramente toda evidencia?

Quizás estemos frente a una nueva realidad distante de toda lógica racional , quizás solo se trate de gestionar la crisis de lo que vendrá. Inmersos en un estado policíaco permanente y extendido no cabe otra cosa que huestes de vulnerables resistiendo, plenamente conscientes de su humana condición.

Montevideo 26 de julio de 2020.

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